miércoles, 21 de junio de 2017

Trilogía española

Hubo una época, ciertamente lejana, en la que tenía interés en comprender cómo funcionaba el mundo. Dos autores que escribían juntos me dieron una mano en esa tarea que hoy encuentro infructuosa: Dominique Lapierre y Larry Collins. Creo que el primer libro de ellos que leí fue ¿Arde París?, donde contaban la historia de la liberación de la capital francesa durante la Segunda Guerra Mundial. La novela fue llevada al cine en una hermosa película en blanco y negro en la que brillaban tantas estrellas como en el firmamento de una noche de verano. Más tarde leí Oh, Jerusalén, que me transportó a los años de la creación del Estado de Israel. Continué luego con la lectura de Esta noche, la libertad, que me mostró el nacimiento de India y Paquistán. Recientemente descubrí un viejo libro de estos autores que había pasado inadvertido ante mis ojos: O llevarás luto por mí. En él se relata la historia de Manuel Benítez, "el cordobés", en su lucha por salir de la pobreza por medio de la lidia de toros. La viva descripción del ambiente taurino que hacen estos autores me reveló un ambiente desconocido. Las corridas de toros tuvieron su apogeo en Buenos Aires a principios del siglo XIX, pero el fervor que despertaban se fue apagando hasta que en 1822 se dictó una ley que las prohibía en todo el territorio de la provincia de Buenos Aires. Prevalecieron por aquí las ideas de Sarmiento y Mitre, quienes opinaban "que no es de pueblos civilizados estimular esta bárbara costumbre, que afecta la dignidad del hombre y muestra una extrema crueldad hacia los animales". Pero este libro no se limita a ser una biografía de "el cordobés", sino que cuenta la historia del nacimiento del franquismo y como era la vida en la España de entonces. En los primeros capítulos los autores cuentan con lujo de detalles como fue el vuelo del Dragon Rapide, el avión que transportó a Franco desde Las Palmas hasta Tetuán, pasando por Casablanca, para dar inicio al levantamiento de las tropas españolas en el norte de África. Esta parte del libro tiene un ritmo vertiginoso y atrapante. El relato deja la viva impresión de que ese vuelo fue fundamental para que se encienda la hoguera de la guerra civil. La descripción de curiosos personajes como Luis Bolín, Hugh Pollard y Cecil Bebb despertó en mí la inquietud de conocer más acerca de este hecho histórico. Así fue como, con la ayuda de mi fiel amiga "la mula", pude ver la película Dragon Rapide, de 1986, con Juan Diego encarnando el personaje de Franco. La reconstrucción de la época es admirable y todos los actores hacen grandes trabajos en sus respectivos roles. Me llamó la atención ver a un Franco bastante pusilánime e indeciso, mientras que el rol autoritario está personificado por Carmen Polo, quien parece llevar los pantalones en la casa del futuro dictador. Muy graciosa me resultó la escena en la que Franco desembarca para subir al avión y es llevado en hombros por un grupo de militares para que no se moje los pies. Me pareció que necesitaba leer algo más acerca de esta historia, así que me aboqué a la lectura de la monumental biografía escrita por Paul Preston: Franco, caudillo de España. Aquí me quedó claro que Franco no era el cabecilla del levantamiento, ni mucho menos. El general Sanjurjo era el jefe elegido por los conspiradores, pero murió cerca de Estoril en un accidente aéreo (aunque algunos sostienen que se trató de un atentado anarquista). El director de la sublevación fue entonces el general Mola, siendo los principales golpistas los generales Fanjul y Goded, ambos fusilados durante el levantamiento. Al margen de Mola, el único que podía disputarle la preeminencia a Franco era el jefe falangista, José Antonio Primo de Rivera, que se hallaba en una cárcel de Alicante y sería luego fusilado. Esta serie de circunstancias, unidas a una inmensa ambición de poder, hicieron de Franco el jefe de los insurrectos. Ninguno de ellos imaginaba que el golpe se convirtiera en una larga guerra civil. Fue precisamente esa guerra de desgaste la que favoreció la posición política de Franco con la posterior instauración de una dictadura personal, reteniendo el poder absoluto durante treinta y ocho largos años. Franco fue un personaje esquivo e indescifrable, pero su capellán, el padre José María Bulart, fue quien mejor lo describió:
 "Quizá era frío como han dicho algunos, pero nunca lo aparentó. En realidad, nunca aparentó nada"

Estampilla de una peseta con el rostro de Franco