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lunes, 15 de agosto de 2016

En Lima nunca llueve

Nuestro vuelo a Tumbes tiene una escala en Lima de ocho horas, así que dejaremos nuestro equipaje en el depósito, tomaremos un taxi y nos iremos a recorrer el centro histórico de la Ciudad de los Reyes. El día está nublado y húmedo, nuestro taxista nos dice que este es el clima habitual en Lima, donde casi nunca se asoma el sol. Cae persistentemente una fina garúa que lo moja todo, pero nunca llueve. Por eso la ciudad carece de un sistema de desagües pluviales, no se ve una sola alcantarilla en las calles.
-El día que llueva en Lima nos inundamos todos, -nos asegura el taxista.
Nos bajamos del taxi a pocos metros de la Plaza Mayor, el taxista nos recogerá en cuatro horas en la Plaza San Martín. No puedo dejar de imaginar que por estas calles caminaron los personajes de una de las mejores novelas que leí en mi vida: "Conversación en La Catedral", de Mario Vargas Llosa. Estamos contemplando la fachada de la catedral de Lima, pero no es esta la que da título a la novela, aquella otra catedral es un bar de pobres ubicado a doce cuadras de aquí. Ese fue el lugar de encuentro entre Santiago Zavala, álter ego del autor, y el zambo Ambrosio. En el arranque mismo de la novela, Zavalita lanza su famosa pregunta:
Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?
Hay una gran cantidad de personas frente al Palacio de Gobierno, está por dar comienzo el cambio de guardia. Los soldados con sus vistosos trajes realizan una suerte de coreografía al son de la música marcial que interpreta una banda militar. Todos los presentes observamos con curiosidad la ceremonia y tomamos fotos. Caminamos luego hasta la Iglesia y Convento de San Francisco para recorrer sus catacumbas. Todos quedamos atónitos ante la cantidad de huesos que hay allí. Después llegamos al Jirón de la Unión para seguir callejeando o, mejor dicho, jironeando. Por esta misma calle solía caminar el "malo" de la novela, Cayo Bermúdez:
Bermúdez salió (…) del ministerio. ¿Era la hora de salida de las oficinas? Las calles estaban llenas de gente y de ruido. Se mezcló con la muchedumbre, siguió la corriente, fue, vino, volvió por aceras estrechas y atestadas, arrastrado por una especie de remolino o hechizo, deteniéndose a veces en una esquina o umbral o farol para encender un cigarrillo. En un café del jirón Azángaro pidió un té con limón (…). En una librería refugiada en un pasillo del Jirón de la Unión, hojeó novelitas, (…). Oscurecía ya y las calles estaban desiertas cuando entró al hotel Maury y pidió una habitación. 
En la Plaza San Martín la garúa se hace más densa y decidimos entrar a un local de comida rápida que está al lado del Hotel Bolívar. Se llama Norkys y se sirven platos con pollo y carne. Optamos por un menú de pollo frito con papas fritas y nos sentamos junto a una ventana para ver el movimiento en la calle. En este lugar funcionaba El Bransa de La Colmena, donde se juntaban escritores, poetas y pintores. Aquí dialogaban Santiago Zabala y su compañero del periódico La Crónica, Carlitos:
-Pintores y escritores náufragos -dijo Carlitos- Cuando yo era un pichón, entraba aquí como las beatas a las iglesias. Desde ese rincón, espiaba, escuchaba, cuando reconocía a un escritor me crecía el corazón. Quería estar cerca de los genios, quería que me contagiaran.
-Ya sabía que también eres escritor -dijo Santiago-. Que has publicado poemas.
-Iba a ser escritor, iba a publicar poemas -dijo Carlitos-. Entré a "La Crónica" y cambié de vocación.
-¿Prefieres el periodismo a la literatura? -dijo Santiago.
-Prefiero el trago -se rió Carlitos-. El periodismo no es una vocación sino una frustración, ya te darás cuenta.
Llevamos salsas a la mesa. Alba probó una y se le transfiguró su rostro: tenía rocoto y era extremadamente picante. Vemos un hermoso edificio al otro lado de la calle: es el Club Nacional, donde Vargas Llosa trabajó como asistente de biblioteca.
Llegada la hora en que nuestro taxista vendría por nosotros, salimos a la calle para esperarlo. Lima nos resulta una ciudad viva y pujante. Ciertamente disentimos con Santiago Zavala, el Perú no nos parece tan jodido como a él.
Pizarra con el menú en un bar de Lima, Perú

Palacio Arzobispal en la Plaza Mayor de Lima, Perú

Cambio de Guardia en el Palacio Presidencial de Lima, Perú

Oficial de la Policía Nacional en Lima, Perú

Fachada de la Iglesia de San Agustín en Lima, Perú

Centro Histórico de Lima, Perú

El Jirón de la Unión es una calle peatonal que une la Plaza Mayor con la Plaza San Martín en Lima, Perú

Plaza Mayor de Lima, Perú

La fuente de la Plaza Mayor de Lima, Perú

Fachada de la Iglesia de San Francisco en Lima, Perú

Monumento a San Martín en Lima, Perú

El Jirón de la Unión es una calle peatonal que une la Plaza Mayor con la Plaza San Martín en Lima, Perú

martes, 9 de agosto de 2016

Tumbados en Tumbes

Llegamos a Tumbes ayer por la tarde desde Guayaquil. Hoy a las trece horas saldrá nuestro vuelo que nos devolverá a casa. Todos los negocios están cerrados, estamos en las fiestas patrias. Ayer fue el aniversario de la independencia del Perú y asumió el nuevo presidente, Pedro Pablo Kuczynski, de 77 años. Sin mucho por hacer más que esperar la hora de ir al aeropuerto, nos disponemos a mirar las noticias tumbados en la cama. Hoy habrá un gran desfile militar en Lima. Vemos la llegada al palco del ministro de defensa, acompañado por un grupo de militares. Uno de ellos es la viva imagen del mariscal Pétain, con su gorro redondo rodeado de laureles. El locutor dice que su uniforme muestra la influencia francesa en la formación del ejército peruano. Luego hace su ingreso el flamante presidente PPK, seguido por un grupo de soldados que marchan marcando un llamativo paso de ganso. Esto trae a mi memoria las imágenes de documentales con desfiles militares en la Italia de Mussolini. Mi padre nos contaba que una vez lo llevaron junto con todos los niños de su pueblo a Trento para ver al Duce. Él sólo recordaba que estuvo de pié muchas horas y que no paraba de llorar porque sus zapatos nuevos le apretaban los pies. Abren el desfile las fuerzas armadas de Argentina, el histórico aliado. El paso de marcha es muy diferente al de los peruanos, apoyan primero el taco y luego la suela, y levantan suavemente el brazo derecho con la palma hacia abajo. El locutor marca la diferencia y comenta que parece un ballet. Detrás marchan las tropas bolivianas con trajes históricos. Sus cascos terminados en punta y los largos penachos que le cuelgan evidencian una clara influencia prusiana. Después comienzan a marchar las tropas peruanas. No somos dados a los desfiles militares, por lo que creemos conveniente comenzar a ordenar nuestras maletas y mochilas.
Tumbes está muy cerca de la frontera con Ecuador. Esta región estuvo envuelta en guerras cortas y enfrentamientos por conflictos limítrofes, la última fue en 1995. La guerra es muy consecuente para elegir a sus víctimas: siempre jóvenes, siempre pobres. Con la llegada del acuerdo de paz creció el comercio y el turismo, se hicieron nuevos caminos y florecieron los cultivos y las industrias. Esto trajo consigo el progreso de los pueblos y, me gusta imaginar, la ruina de los mercaderes de armas. Resulta incomprensible un conflicto armado entre dos países que comparten el amor por la música, el baile, los colores y, por sobre todas las cosas, los sabores. A ambos lados de la frontera el ceviche es el rey de los platos costeros, pero en Ecuador no se le agrega rocoto y se lo sirve con arroz y patacones. Los restaurantes chinos florecen aquí y allá con el nombre de chifas. En todos se prepara una variedad de chaw fan que en Perú se llama arroz chaufa, y en Ecuador chaulafán. La cocina china adquirió un carácter particular en ambos países, un chino no reconocería como propio un plato elaborado en un chifa.
Caminé hasta la plaza de Tumbes para tomar las últimas imágenes del Perú. Una banda de música tocaba en las escalinatas de la iglesia, los artesanos retocaban sus obras, los vendedores de helados recorrían las calles en sus triciclos y los soldados de la guardia del regimiento combatían denodadamente contra el aburrimiento. Cuando les pedí permiso para tomarles una foto, abandonaron su charla y posaron en actitud marcial. Un niño se paró de repente frente a mi cámara con su inmensa sonrisa diciendo "whisky". Su feliz semblante representó para mí la victoria de la paz por sobre la guerra. Me dio otro motivo para creer que el amor siempre prevalece.
Antigua esquina con una construcción de madera en Tumbes, Perú

Sonrisa de un niño en la Plaza de Armas de Tumbes, Perú

Escarapela peruana en la Plaza de Armas de Tumbes, Perú

Artesano retocando sus trabajos en la Plaza de Armas de Tumbes, Perú

Banda de Música frente a la iglesia de Tumbes, Perú

Heladero en la Plaza de Armas de Tumbes, Perú

Partitura de la banda musical en Tumbes, Perú

Soldados de guardia en el regimiento de Tumbes, Perú

martes, 2 de agosto de 2016

Los sabores de Máncora

Llegamos a nuestro hotel de Máncora muy tarde por la noche. Nos abrió un empleado que nos condujo a nuestra suite y nos pidió que nos registráramos por la mañana. El amplio ventanal estaba abierto y nos quedamos contemplando las olas del Pacífico hasta que el cansancio del viaje nos doblegó. Por la mañana bajé para registrarnos mientras Alba acomodaba nuestras cosas. El pequeño restaurante oficiaba de recepción y allí me saludó cálidamente un hombre con sombrero Panamá. Se presentó como Javier, el dueño del hotel y autor de todas las pinturas que decoraban las habitaciones. Yo me presenté como un NN, ya que no estaba aún registrado. Ésto le causó mucha gracia a Javier, y enseguida supimos que nos habíamos caído bien mutuamente. Mientras Javier me hablaba de su pasión por la pintura, la cocina y la fotografía, apareció una joven muchacha, pequeña y delgada. Era Paola, su mujer, y con ella tenía que registrarme. Paola es periodista y escribe artículos de gastronomía en el periódico El Comercio de Lima. Javier me dió un ejemplar de su libro de recetas "Atún, rey del mar" para que se lo muestre a Alba. Nos despedimos cordialmente y quedamos en encontrarnos más tarde.
Cuando el sol comenzaba a caer en el océano, Javier me invitó con un pisco sour de maracuyá. Nuestra charla fluyó plácidamente y en ella se dieron cita Borges y Vargas Llosa. Hablamos animadamente de los mecanismos de la creación artística, las bases moleculares de las enfermedades, los fracasos de la ingeniería social y de muchas otras cosas. Cuando ya anochecía, nos despedimos y Javier se fue a preparar sus obras para una próxima exposición.
El pequeño restaurante del hotel se llama "Donde Teresa", en honor a la famosa chef peruana Teresa Ocampo, la madre de Javier. Allí disfrutamos de todos los sabores de la cocina peruana. Una noche, Javier se acercó a nuestra mesa y nos confió que con Paola están esperando un hijo. Brindamos por la buena nueva y mis ojos se posaron en los de Alba. Ambos degustábamos esas delicias culinarias y, sin decirnos nada, comprendimos que la comida nos sabía distinto. Los sabores de Máncora habían cobrado vida.
Barco en las arenas de Máncora, Perú

Carteles que indican las distancias a distintas ciudades del mundo en Máncora, Ecuador

Atardecer sobre el Pacífico en Máncora, Ecuador

Delicias culinarias de Máncora, Ecuador

Vista del restaurante Donde Teresa en Máncora, Perú

Delicias culinarias en Máncora, Ecuador

Delicias culinarias en Máncora, Ecuador