Llegamos a Tumbes ayer por la tarde desde Guayaquil. Hoy a las trece horas saldrá nuestro vuelo que nos devolverá a casa. Todos los negocios están cerrados, estamos en las fiestas patrias. Ayer fue el aniversario de la independencia del Perú y asumió el nuevo presidente, Pedro Pablo Kuczynski, de 77 años. Sin mucho por hacer más que esperar la hora de ir al aeropuerto, nos disponemos a mirar las noticias tumbados en la cama. Hoy habrá un gran desfile militar en Lima. Vemos la llegada al palco del ministro de defensa, acompañado por un grupo de militares. Uno de ellos es la viva imagen del mariscal Pétain, con su gorro redondo rodeado de laureles. El locutor dice que su uniforme muestra la influencia francesa en la formación del ejército peruano. Luego hace su ingreso el flamante presidente PPK, seguido por un grupo de soldados que marchan marcando un llamativo paso de ganso. Esto trae a mi memoria las imágenes de documentales con desfiles militares en la Italia de Mussolini. Mi padre nos contaba que una vez lo llevaron junto con todos los niños de su pueblo a Trento para ver al Duce. Él sólo recordaba que estuvo de pié muchas horas y que no paraba de llorar porque sus zapatos nuevos le apretaban los pies. Abren el desfile las fuerzas armadas de Argentina, el histórico aliado. El paso de marcha es muy diferente al de los peruanos, apoyan primero el taco y luego la suela, y levantan suavemente el brazo derecho con la palma hacia abajo. El locutor marca la diferencia y comenta que parece un ballet. Detrás marchan las tropas bolivianas con trajes históricos. Sus cascos terminados en punta y los largos penachos que le cuelgan evidencian una clara influencia prusiana. Después comienzan a marchar las tropas peruanas. No somos dados a los desfiles militares, por lo que creemos conveniente comenzar a ordenar nuestras maletas y mochilas.
Tumbes está muy cerca de la frontera con Ecuador. Esta región estuvo envuelta en guerras cortas y enfrentamientos por conflictos limítrofes, la última fue en 1995. La guerra es muy consecuente para elegir a sus víctimas: siempre jóvenes, siempre pobres. Con la llegada del acuerdo de paz creció el comercio y el turismo, se hicieron nuevos caminos y florecieron los cultivos y las industrias. Esto trajo consigo el progreso de los pueblos y, me gusta imaginar, la ruina de los mercaderes de armas. Resulta incomprensible un conflicto armado entre dos países que comparten el amor por la música, el baile, los colores y, por sobre todas las cosas, los sabores. A ambos lados de la frontera el ceviche es el rey de los platos costeros, pero en Ecuador no se le agrega rocoto y se lo sirve con arroz y patacones. Los restaurantes chinos florecen aquí y allá con el nombre de chifas. En todos se prepara una variedad de chaw fan que en Perú se llama arroz chaufa, y en Ecuador chaulafán. La cocina china adquirió un carácter particular en ambos países, un chino no reconocería como propio un plato elaborado en un chifa.
Caminé hasta la plaza de Tumbes para tomar las últimas imágenes del Perú. Una banda de música tocaba en las escalinatas de la iglesia, los artesanos retocaban sus obras, los vendedores de helados recorrían las calles en sus triciclos y los soldados de la guardia del regimiento combatían denodadamente contra el aburrimiento. Cuando les pedí permiso para tomarles una foto, abandonaron su charla y posaron en actitud marcial. Un niño se paró de repente frente a mi cámara con su inmensa sonrisa diciendo "whisky". Su feliz semblante representó para mí la victoria de la paz por sobre la guerra. Me dio otro motivo para creer que el amor siempre prevalece.
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