-¡Qué pena que llegaste tan tarde a tomar fotos, la función está por terminar! -me dijo Pía con una cálida sonrisa.
El pequeño circo "Estrellas de Colombia" había llegado a la ciudad por segunda vez en el año, la primera visita había sido en marzo, cuando todavía el calor del verano se negaba a retirarse. Le recordé a Pía que en aquella oportunidad había estado conversando con ellos una tarde y tomando algunas fotos, cuando aún la carpa no estaba terminada de armar.
-Sí, me acuerdo que ese día te quedaste conversando con Anthony -me dijo Pía haciendo memoria. Y luego agregó con un dejo de tristeza:
-Anthony ya no está con nosotros, se fue con otra compañía.
Anthony nació en 1933 en el circo donde trabajaban sus padres, que en ese momento estaba brindando funciones en el Chaco. A sus ochenta y tres años continúa haciendo acrobacias en el trapecio y conserva un aspecto atlético y un porte elegante.
-Mirá mis videos en youtube, buscame como El Gran Anthony -me dijo con inocultable orgullo.
A diferencia de nuestro encuentro de marzo, ahora Pía lucía una enorme panza de embarazada. Acaricié su vientre y le pregunté si su hijo nacería aquí.
-Sí, mi hijo va a ser balcarceño -me contestó con alegría.
Pese a que el circo se llama "Estrellas de Colombia", Pía no conoce a ningún pariente que provenga de ese país. Hasta donde sabe, su familia vino de Hungría hace mucho tiempo atrás y hoy todos sus familiares son argentinos. Pía me invitó a pasar al interior de la carpa antes de que la función terminara. Me abrió las puertas de su circo, de su hogar trashumante, con una sencillez y humildad que me conmovieron.
-Esta es tu casa -me dijo con genuina generosidad, mientras descorría las lonas para que yo entrara. -Podés ir adelante y sacar todas las fotos que quieras.
Ella quedó en el umbral de la carpa y yo ingresé a ese territorio mágico, mientras dos payasos en la pista hacían reír a los niños. Mi mente viajó hasta los años de mi infancia, cuando mi abuela me llevaba a todos los circos que llegaban al pueblo.
Mientras fotografiaba a los artistas por detrás del escaso público para no importunar a nadie, sentí que una mano se posaba suavemente en mi hombro. Allí estaba Pía nuevamente con su sonrisa para decirme que fuera a tomar mis fotos al borde de la pista porque, insistió, esa era mi casa. Sentí su gesto amable como una tibia caricia en el alma.
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