domingo, 30 de junio de 2019

Pucón, doce años después

El sol de enero entibia el aire de Pucón sin sofocar, el agua del lago Villarrica acaricia mis pies con su oleaje manso y fresco mientras Los Juanes levantan castillos con la arena negra de gruesos guijarros volcánicos. Entrecierro los ojos e imagino que algo parecido a esto debe ser el paraíso. Detrás de mí se encuentra la cordillera y, a solo 75 kilómetros, mi país. El torbellino de pasiones encontradas que caracteriza a la Argentina se siente muy distante desde Chile, donde los vientos húmedos que llegan desde el Pacífico atenúan la amplitud térmica y temperan los espíritus. Habíamos llegado con Alba por primera vez a esta ciudad hace doce años y nos había maravillado. Nos habíamos alojado por aquel entonces en la hostería El Principito, sobre la calle Fresia. Sus dueños eran un matrimonio de gente mayor, amables y serviciales. Manteníamos largas y amenas charlas con ellos durante los desayunos, donde nos contaban  sus anécdotas durante el gobierno de Salvador Allende y hablábamos de la última gran erupción del volcán Villarrica. Con una vaga esperanza de volver a verlos, fui caminando una mañana hasta la hostería. Su nombre cambió, ahora se llama Ruca Suite. Le dije al gerente que habíamos estado allí y le mostré la vieja tarjeta con el antiguo nombre.
-¡Han pasado muchos años! -exclamó asombrado.
-Doce años -le contesté sin dudar. Lo recuerdo bien porque una madrugada nos despertaron los gritos que provenían de la calle. Estaban jugando Roger Federer y Fernando González la final del abierto de Australia. Era el año 2007.
Le pregunté por los antiguos dueños y le conté mi deseo de volver a saludarlos. Me dijo que hace tiempo que dejaron el negocio y que gozan de buena salud. Y que el señor sigue contando sus divertidas anécdotas de vida a todo el que quiera escucharlo.
La playa grande de Pucón está llena de gente, Los Juanes entran y salen del lago mientras Alba toma sol tendida sobre la loneta playera. Unos músicos se instalan a pocos metros y comienzan a tocar viejas canciones. Nadie parece prestarles mucha atención, hasta que un niño de unos diez años toma el micrófono y arranca con Sweet Child o' Mine, captando inmediatamente el interés de todos. Su voz suena muy parecida a la de Axl Rose y mi mente retrocede en el tiempo hasta 1992, cuando los  Guns N' Roses dieron un inolvidable concierto en Buenos Aires. Mientras disfruto de esos acordes, recuerdo que en nuestra anterior estancia en Pucón me animé a la excursión más famosa de la ciudad: el ascenso al cráter del majestuoso volcán Villarrica. Éramos dos muchachos suizos y yo los que conformábamos el grupo de valientes que desafiamos al volcán. Nuestro guía de la empresa Enjoy Pucón se llamaba Joaquín Figueroa y nos enseñó los conocimientos básicos para el uso del piolet. Fue una experiencia inolvidable que recuerdo vívidamente. Hoy Joaquín tiene su propia empresa de turismo aventura en la ciudad: Antü Ríos y Montañas. Quise contarle que mantengo viva en mi memoria aquella ascensión, así que pasé a saludarlo. Se asombró mucho al ver que un viejo cliente lo recordaba después de doce años. Vi con enorme alegría el cartel de Trip Advisor que lo distingue como el mejor operador turístico de la ciudad, siempre me reconfortan los éxitos de quienes trabajan con vocación de servicio y alegría. Charlamos animadamente y nos despedimos con un abrazo.
Tras el rotundo éxito del tema de los Guns, los músicos decidieron que era el momento de pasar la gorra. Se acercaron a nosotros el pequeño cantante y quien creo que era su padre. Le dí un beso al niño, puse un billete en su gorra y le dije una frase de pura factura argentina:
-¡Aguanten los Guns!
-¡Argentino! -me dijo el padre mientras me estrechaba la mano con una sonrisa.
Le conté que me perdí el concierto del '92 en Buenos Aires. Me dijo que él estuvo en el Nacional (por el Estadio Nacional de Santiago) ese mismo año, pero que estaba muy lejos del escenario y a Axl lo vió "así de chiquito". Luego se me acercó al oído y me dijo a modo de infidencia:
-En el '92, Axl era cojudo...
Esa era, sin duda, una frase de pura factura chilena. Yo asentí instintivamente, aunque no comprendí muy bien el significado de su locución. Averiguar ese concepto será una tarea pendiente, quizá para nuestra próxima visita a Pucón.



El guía Joaquín Figueroa y dos aventureros en el cráter del volcán Villarrica

El guía Joaquín Figueroa indicando el lugar de las erupciones

Joaquín figueroa brindando tras el ascenso al Volcán Villarrica

El volcán Villarrica emitiendo fumarolas

Los Juanes posando frente al volcán Villarrica

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