miércoles, 28 de septiembre de 2016

Planeta Inhotim

Inhotim es un gran oasis en medio de la nada. Para llegar hasta allí viajamos desde Belo Horizonte por la autopista que lleva a San Pablo. El camino estaba lleno de enormes camiones que unen ambas ciudades y nuestro pequeño Fiat Uno rentado parecía una hormiga entre esos gigantes. Para colmo de males nuestro vehículo funcionaba a alcohol y no tenía fuerza para subir las cuestas. Pero los mates y la música ayudaban a mitigar esas dificultades. Habíamos reservado una cabaña en el vecino pueblo de Brumadinho, allí dejamos nuestras maletas y continuamos viaje a Inhotim.
¿Pero qué es Inhotim? Es uno de los mayores museos de arte contemporáneo al aire libre del mundo. Sus 22 galerías están repartidas en un inmenso jardín botánico de 140 hectáreas, con muchas variedades de palmeras, varios lagos y hermosos pabellones de exposición. Para trasladarse de un sector a otro se puede caminar por bellos senderos o subirse a unos carritos de golf. Es el museo de arte más ecléctico que jamás habíamos visto. Allí se pueden ver exposiciones de pinturas, fotografías, esculturas y sonidos. En uno de los pabellones que más nos impresionaron hay una instalación sonora con un círculo de 40 parlantes en donde se puede escuchar la sinfonía coral "Forty Part Motet", que compuso Thomas Tallis en 1575, para ocho coros de cinco voces cada uno. Las voces fueron grabadas individualmente y cada parlante reproduce una única voz. Si uno se sienta en el centro puede disfrutar de la percepción global de la obra. Si se recorre la instalación se escuchan las voces por separado y se perciben las distintas combinaciones y armonías.
En otro sector del parque hay una estructura circular vidriada que asemeja un OVNI posado en la ladera de una colina. En su interior hay un piso de madera con un pequeño hueco en el centro por donde se sumerge un tubo a 200 metros de profundidad que amplifica los sonidos de las placas tectónicas en movimiento. En otro pabellón hay una instalación de enormes piezas de vidrio de diversas formas y colores que penden del techo unidas por delgados hilos. Allí se camina sobre un piso de vidrio molido que cruje sonoramente ante cada pisada.
Pero la mayor sorpresa la depara la galería Cosmococa. En el ingreso uno debe quitarse el calzado como quien entra a una especie de templo pagano. En la primera habitación nos encontramos con una pileta de agua fría de escasa profundidad por donde uno puede caminar, mientras en las paredes se proyectan imágenes de cortaplumas, canutos para aspirar cocaína y montañitas de la pálida dama. Los artistas brasileños Hélio Oiticica y Neville D'Almeida crearon estas instalaciones en los años 70 para recrear las sensaciones corporales que produce el consumo de esta droga. En la siguiente habitación el piso está cubierto por almohadones por sobre los que se debe caminar, y en las paredes se proyectan imágenes del rostro de Marilyn Monroe formados por líneas de cocaína. Un grupo de niños se divertía allí arrojándose los almohadones alegremente. El padre de ellos se nos acercó sonriente para decirnos:
-Ellos no entienden de qué se trata todo esto.
En verdad nosotros tampoco entendíamos mucho de qué iba el juego en esa instalación, e intercambiábamos miradas de asombro con Alba permanentemente. En la habitación siguiente unas hamacas colgadas de las paredes invitaban a un descanso mientras que por los parlantes sonaba la guitarra de Jimmi Hendrix en Woodstock 1969, con su versión del himno estadounidense recreando los sonidos de la guerra de Vietnam. En las paredes se proyectaban imágenes de los discos de Hendrix cubiertos por líneas blancas de droga.
Salimos de ese pabellón un poco aturdidos, pero el reencuentro con las bellezas naturales del parque nos devolvieron a la realidad. Se acercaba la hora de cierre, por lo que caminamos hasta la salida. Esa noche de viernes en Brumadinho cenaríamos en el restaurante del complejo de cabañas. Allí se celebraban cumpleaños, las muchachas del lugar lucían sus mejores galas y un par de cantantes ofrecían su espectáculo de "música ao vivo". Comprendimos que había sido un tiempo exiguo para conocer un lugar tan inabarcable. En fin, tendremos que regresar.
Arte en Inhotim, Minas Gerais

Descanso en Inhotim, Minas Gerais

Lago en Inhotim, Minas Gerais

Reflejos en Inhotim, Minas Gerais

Parque en Inhotim, Minas Gerais

Biblioteca en Inhotim, Minas Gerais

Caminata por el parque en Inhotim, Minas Gerais

Esculturas en el parque de Inhotim, Minas Gerais

Sendero entre las palmeras en Inhotim, Minas Gerais

Camino estrecho entre los árboles en Inhotim, Minas Gerais

Pabellón metálico en Inhotim, Minas Gerais

Sonic Pavilion en Inhotim, Minas Gerais

Entrada al Sonic Pavilion en Inhotim, Minas Gerais

Instalación "de lâma lámina de Mathew Barney en Inhotim, Minas Gerais

Iglú de vidrio en Inhotim, Minas Gerais

Lago en Inhotim, Minas Gerais

Llegando a otro pabellón en Inhotim, Minas Gerais

Palmeras en el parque de Inhotim, Minas Gerais

pabellón junto al lago en Inhotim, Minas Gerais

Árbol suspendido en el aire en Inhotim, Minas Gerais

Instalación con vigas de hierro en Inhotim, Minas Gerais

Galería Cosmococa en Inhotim, Minas Gerais

Instalación Troca-Troca de Jarbas Lopes en Inhotim, Minas Gerais

Reflejos en el lago de Inhotim, Minas Gerais

domingo, 18 de septiembre de 2016

La otra Copacabana

La otra Copacabana, la original, está a orillas del lago Titicaca, en Bolivia. No tiene el "charme" de su par brasileña pero su riqueza cultural y arqueológica es incomparable. A pocas horas de navegación por el Titicaca se llega a la Isla del Sol, el sitio del nacimiento mítico del imperio inca. En el lugar donde se erigía el templo a la diosa aymara Copacawana se encuentra la enorme basílica de Nuestra Señora de Copacabana, la devoción mariana más importante de la región. Todos los sábados acontece aquí un espectáculo impactante: la bendición de movilidades. Hasta este lugar llegan autos, camionetas y minibuses de todo Bolivia para ser bendecidos en una ceremonia multitudinaria, llena de color y alegría. Los cientos de vehículos se decoran con guirnaldas y flores, se los rocía con sidra (sidra "Real" argentina, damos fe), se tiran cohetes alrededor de los autos y se espera que llegue el sacerdote con un balde de agua bendita en su mano.
 Aquel sábado las calles del pueblo estaban atestadas de autos decorados esperando la bendición. Las familias se esmeraban en colocar sobre los vehículos las flores y adornos, imágenes de la virgen, casitas en miniatura, figuras de animales, dólares de fantasía y sombreritos multicolores, mientras sonaba una música festiva en los altoparlantes ubicados en las calles y en los alrededores de la plaza. Con Alba queríamos registrar todos los detalles, así que ella se dedicó a tomar fotos y yo salí a filmarlo todo. Nos perdimos en medio de esa alegre multitud, embriagados ante el fervor que despertaba en ellos ese asombroso sincretismo religioso. Aturdido por la música y las explosiones, me senté en la pérgola de la plaza a descansar mientras trataba de encontrar a Alba entre la gente. Comencé a sentirme extraño, algo mareado y con un sudor frío que recorría mi cuerpo. Creí por momentos estar contagiado de un éxtasis religioso, pero enseguida comprendí lo que me pasaba: mis intestinos estaban alborotados y en poco tiempo necesitaría de un baño con suma urgencia.
Mientras caminaba presuroso hacia el hotel recordé que la noche anterior habíamos cenado en un restaurante del pueblo. El lugar estaba colmado de viajeros y de locales concentrados frente a la pantalla del televisor: esa noche jugaba Boca Juniors en Mar del Plata por el torneo de verano. Compartimos una mesa con una joven pareja de argentinos que, como nosotros, estaban en camino a Cusco y Machu Picchu. Nuestra amena charla se vio interrumpida por un griterío: gol de Boca. En una cantina del barrio de La Boca no se habría gritado ese gol con tanta pasión. Esa noche Alba cenó trucha del Titicaca a la plancha y yo me dejé tentar por una lasagna... craso error y origen de mis desdichas.
Mientras apuraba el paso por esas calles festivas me reencontré con Alba. Le conté de mi padecer y seguí caminando, ella comprendió que no debía demorar mi marcha redoblada. Esa misma tarde tomaríamos un bus hacia Cusco. El viaje me resultaría muy penoso pero, contra todo pronóstico, logré sobrevivir.




Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Isla del Sol en Copacabana, Bolivia

Isla del Sol en Copacabana, Bolivia



miércoles, 7 de septiembre de 2016

Una noche con los mariachis

Aquella noche decidimos conocer la famosa plaza Garibaldi de la ciudad de México, yendo a cenar y a tomar unos tequilas a su cantina más afamada: el Salón Tenampa. Las guías para turistas asustan un poco con las recomendaciones para ese sitio: ir con el dinero justo, no llevar tarjetas bancarias y evitar los tumultos. En el hotel nos dijeron que estaría tranquilo y que habría poca gente porque todos estarían celebrando la noche de reyes. Partimos entonces en un taxi desde la zona rosa hacia el lugar de México con la mayor densidad de mariachis por metro cuadrado. Siempre supuse que la plaza debía su nombre a Giuseppe Garibaldi, el héroe omnipresente en las calles y plazas de Italia. Incluso tenemos una estatua suya a dos cuadras de casa, aquí en Balcarce, donada por la comunidad italiana. Pero no, este otro Garibaldi es "Peppino", nieto de Giuseppe, quien combatiera en 1911 durante la revolución mexicana. Nuestro taxista insistió durante todo el viaje en que fuéramos al "Guadalajara de noche", porque allí se monta un espectáculo folclórico y el lugar es muy agradable. Intenté explicarle que íbamos al Tenampa porque es muy tradicional, aparece en muchas películas y es cantado por muchos artistas. Pero el hombre no dejó de insistir, incluso se ofreció a acompañarnos caminando hasta la puerta del "Guadalajara de noche". 
La plaza estaba colmada de grupos de mariachis que ofrecían una canción a cambio de algunos pesos, de vendedores ambulantes que vendían toda clase de recuerdos y de algunos borrachos en estado confusional. Eludimos esa variopinta fauna y entramos al Tenampa, el templo del mariachi. El mozo nos ubicó en una pequeña mesa al fondo del local. Había una larga mesa con un numeroso grupo de personas y todos los mariachis tocaban para ellos. Pero cada cual con su canción y simultáneamente, es decir que era imposible escuchar nada. Le dije al mozo que íbamos a beber tequila, y me mostró una carta con más de cuarenta marcas distintas. Ante mi absoluto desconcierto le pedí que me aconsejara una, nos recomendó el "Tres Generaciones añejo", el cual ordenamos sin hesitar. También pedimos una "botana Tenampa" con tacos, quesadillas, guacamole y otras delicias. 
Las paredes están decoradas con las imágenes de los artistas que por allí pasaron y que escribieron canciones en su honor, como Cornelio Reyna:
"En el Tenampa se recuerdan muchas cosas
y los mariachis son los amos y señores
te tomas 4, 5, 20 o 30 copas
y las canciones te recuerdan tus amores"
 Bueno, yo no necesité de tantas copas, una sola bastó para que mis sentidos se alteraran notoriamente lo que le causó mucha gracia a Alba, a quien el tequila no parecía hacerme mella. Los mariachis continuaban cantando cada cual la suya y un grupo se acercó a nuestra mesa ofreciendo una canción. Me ofrecieron incluso cantar con ellos, pero con mi estado etílico eso hubiera sido una falta de respeto al noble pueblo mexicano. Alba estaba fascinada en ese ambiente y salió con la cámara a tomar fotos en la plaza. Yo consideré más adecuado quedarme en la mesa en actitud contemplativa. Por las mesas caminaba un personaje con una caja de la que salían dos largos cables terminados en tubos metálicos para asirlos de la mano. En la caja había una batería de automóvil y ofrecía "toquecitos" de electricidad a cambio de una módica suma.
Abstrayéndome del bullicio general, sonaba en mi mente la canción de Ismael Serrano:
"Quedó el D.F. extraño si tu amor
como Insurgentes sin taxis,
como el Tenampa en silencio o una flor
creciendo en la zona cero."
Ya de regreso en el hotel, el conserje nos preguntó cómo nos había ido. Le conté que un solo tequila bastó para dejarme al borde del knock out, a lo que él repuso:
-Para saber si un tequila es realmente bueno, tiene que raspar la garganta cuando se lo traga.
-¡Ah, entonces el mío era buenísimo!
Mariachis en el Salón Tenampa, ciudad de México

Botana y tequila en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Botana y tequila en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Mariachis en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Toquecitos en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Decoración de las paredes en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Decoración en las paredes en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Mariachis en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Mariachis en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Alba con los mariachis en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Mariachis en el Salón Tenampa, Ciudad de México

Alba posando con el mariachi del guitarrón en el Salón Tenampa, Ciudad de México