domingo, 18 de septiembre de 2016

La otra Copacabana

La otra Copacabana, la original, está a orillas del lago Titicaca, en Bolivia. No tiene el "charme" de su par brasileña pero su riqueza cultural y arqueológica es incomparable. A pocas horas de navegación por el Titicaca se llega a la Isla del Sol, el sitio del nacimiento mítico del imperio inca. En el lugar donde se erigía el templo a la diosa aymara Copacawana se encuentra la enorme basílica de Nuestra Señora de Copacabana, la devoción mariana más importante de la región. Todos los sábados acontece aquí un espectáculo impactante: la bendición de movilidades. Hasta este lugar llegan autos, camionetas y minibuses de todo Bolivia para ser bendecidos en una ceremonia multitudinaria, llena de color y alegría. Los cientos de vehículos se decoran con guirnaldas y flores, se los rocía con sidra (sidra "Real" argentina, damos fe), se tiran cohetes alrededor de los autos y se espera que llegue el sacerdote con un balde de agua bendita en su mano.
 Aquel sábado las calles del pueblo estaban atestadas de autos decorados esperando la bendición. Las familias se esmeraban en colocar sobre los vehículos las flores y adornos, imágenes de la virgen, casitas en miniatura, figuras de animales, dólares de fantasía y sombreritos multicolores, mientras sonaba una música festiva en los altoparlantes ubicados en las calles y en los alrededores de la plaza. Con Alba queríamos registrar todos los detalles, así que ella se dedicó a tomar fotos y yo salí a filmarlo todo. Nos perdimos en medio de esa alegre multitud, embriagados ante el fervor que despertaba en ellos ese asombroso sincretismo religioso. Aturdido por la música y las explosiones, me senté en la pérgola de la plaza a descansar mientras trataba de encontrar a Alba entre la gente. Comencé a sentirme extraño, algo mareado y con un sudor frío que recorría mi cuerpo. Creí por momentos estar contagiado de un éxtasis religioso, pero enseguida comprendí lo que me pasaba: mis intestinos estaban alborotados y en poco tiempo necesitaría de un baño con suma urgencia.
Mientras caminaba presuroso hacia el hotel recordé que la noche anterior habíamos cenado en un restaurante del pueblo. El lugar estaba colmado de viajeros y de locales concentrados frente a la pantalla del televisor: esa noche jugaba Boca Juniors en Mar del Plata por el torneo de verano. Compartimos una mesa con una joven pareja de argentinos que, como nosotros, estaban en camino a Cusco y Machu Picchu. Nuestra amena charla se vio interrumpida por un griterío: gol de Boca. En una cantina del barrio de La Boca no se habría gritado ese gol con tanta pasión. Esa noche Alba cenó trucha del Titicaca a la plancha y yo me dejé tentar por una lasagna... craso error y origen de mis desdichas.
Mientras apuraba el paso por esas calles festivas me reencontré con Alba. Le conté de mi padecer y seguí caminando, ella comprendió que no debía demorar mi marcha redoblada. Esa misma tarde tomaríamos un bus hacia Cusco. El viaje me resultaría muy penoso pero, contra todo pronóstico, logré sobrevivir.




Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Bendición de movilidades en Copacabana, Bolivia

Isla del Sol en Copacabana, Bolivia

Isla del Sol en Copacabana, Bolivia



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