Aquella noche decidimos conocer la famosa plaza Garibaldi de la ciudad de México, yendo a cenar y a tomar unos tequilas a su cantina más afamada: el Salón Tenampa. Las guías para turistas asustan un poco con las recomendaciones para ese sitio: ir con el dinero justo, no llevar tarjetas bancarias y evitar los tumultos. En el hotel nos dijeron que estaría tranquilo y que habría poca gente porque todos estarían celebrando la noche de reyes. Partimos entonces en un taxi desde la zona rosa hacia el lugar de México con la mayor densidad de mariachis por metro cuadrado. Siempre supuse que la plaza debía su nombre a Giuseppe Garibaldi, el héroe omnipresente en las calles y plazas de Italia. Incluso tenemos una estatua suya a dos cuadras de casa, aquí en Balcarce, donada por la comunidad italiana. Pero no, este otro Garibaldi es "Peppino", nieto de Giuseppe, quien combatiera en 1911 durante la revolución mexicana. Nuestro taxista insistió durante todo el viaje en que fuéramos al "Guadalajara de noche", porque allí se monta un espectáculo folclórico y el lugar es muy agradable. Intenté explicarle que íbamos al Tenampa porque es muy tradicional, aparece en muchas películas y es cantado por muchos artistas. Pero el hombre no dejó de insistir, incluso se ofreció a acompañarnos caminando hasta la puerta del "Guadalajara de noche".
La plaza estaba colmada de grupos de mariachis que ofrecían una canción a cambio de algunos pesos, de vendedores ambulantes que vendían toda clase de recuerdos y de algunos borrachos en estado confusional. Eludimos esa variopinta fauna y entramos al Tenampa, el templo del mariachi. El mozo nos ubicó en una pequeña mesa al fondo del local. Había una larga mesa con un numeroso grupo de personas y todos los mariachis tocaban para ellos. Pero cada cual con su canción y simultáneamente, es decir que era imposible escuchar nada. Le dije al mozo que íbamos a beber tequila, y me mostró una carta con más de cuarenta marcas distintas. Ante mi absoluto desconcierto le pedí que me aconsejara una, nos recomendó el "Tres Generaciones añejo", el cual ordenamos sin hesitar. También pedimos una "botana Tenampa" con tacos, quesadillas, guacamole y otras delicias.
Las paredes están decoradas con las imágenes de los artistas que por allí pasaron y que escribieron canciones en su honor, como Cornelio Reyna:
"En el Tenampa se recuerdan muchas cosasy los mariachis son los amos y señoreste tomas 4, 5, 20 o 30 copasy las canciones te recuerdan tus amores"
Bueno, yo no necesité de tantas copas, una sola bastó para que mis sentidos se alteraran notoriamente lo que le causó mucha gracia a Alba, a quien el tequila no parecía hacerme mella. Los mariachis continuaban cantando cada cual la suya y un grupo se acercó a nuestra mesa ofreciendo una canción. Me ofrecieron incluso cantar con ellos, pero con mi estado etílico eso hubiera sido una falta de respeto al noble pueblo mexicano. Alba estaba fascinada en ese ambiente y salió con la cámara a tomar fotos en la plaza. Yo consideré más adecuado quedarme en la mesa en actitud contemplativa. Por las mesas caminaba un personaje con una caja de la que salían dos largos cables terminados en tubos metálicos para asirlos de la mano. En la caja había una batería de automóvil y ofrecía "toquecitos" de electricidad a cambio de una módica suma.
Abstrayéndome del bullicio general, sonaba en mi mente la canción de Ismael Serrano:
Abstrayéndome del bullicio general, sonaba en mi mente la canción de Ismael Serrano:
"Quedó el D.F. extraño si tu amorcomo Insurgentes sin taxis,como el Tenampa en silencio o una florcreciendo en la zona cero."
Ya de regreso en el hotel, el conserje nos preguntó cómo nos había ido. Le conté que un solo tequila bastó para dejarme al borde del knock out, a lo que él repuso:
-Para saber si un tequila es realmente bueno, tiene que raspar la garganta cuando se lo traga.
-¡Ah, entonces el mío era buenísimo!
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