Nos debíamos una visita al Palacio Barolo, ese monumental edificio situado sobre la Avenida de Mayo, a metros de la Plaza del Congreso, en la ciudad de Buenos Aires. El palacio fue construido en 1923 con el propósito de convertirse en el mausoleo que albergara las cenizas de Dante Alighieri. El proyecto fue pergeñado por Luis Barolo, un inmigrante italiano que amasó una fortuna gracias a sus hilanderías de lana peinada. Para concretar su idea contrató a otro italiano, el arquitecto Mario Palanti, quien diseñó el edificio inspirado en "La Divina Comedia". Así, el palacio consta de tres partes: infierno, purgatorio y cielo. El edificio tiene 100 metros de altura, como los cantos de la obra del Dante. Tiene 22 pisos, como el número de estrofas de los versos en "La Divina Comedia". Palante y Barolo pertenecían a la misma secta masónica que Alighieri, y creían que una serie de guerras acabarían destruyendo Europa, por lo que consideraron necesario emprender este proyecto para poner a salvo los restos del poeta italiano.
Nuestro guía en la visita se llama Tomás, su bisabuelo adquirió una oficina del palacio para ejercer su profesión de contador. Su tío es el actual administrador del edificio. Tomás luce un sombrero de fieltro que le da un aspecto de bailarín de tango. En la planta baja nos muestra los inequívocos símbolos masones que aparecen en la decoración y las frases en latín que se pueden leer en los techos. Algunas de esas inscripciones fueron tomadas de "La Divina Comedia", otras de La Biblia y las restantes fueron escritas por el propio Palanti.
Subiendo por las escaleras llegamos al purgatorio, desde donde tenemos una hermosa vista al hall central, donde se encuentra una estatua de bronce de un cóndor cargando sobre su lomo el cuerpo del Dante en su vuelo al paraíso. Hacia allí vamos también nosotros, pero en nuestro caso viajando en un antiguo ascensor. Las vistas desde aquí son bellísimas, el edificio del Congreso se recorta bajo nuestros ojos. Subiendo por una angosta escalera caracol llegamos al faro, el punto más alto del palacio. Aquí nos sentamos en círculo mientras Tomás acciona los motores de reflector, que comienza a girar lentamente. Nos cuenta que su luz se llegaba a ver desde Montevideo, donde se yergue su hermano gemelo, el Palacio Salvo.
Desde un principio el palacio causó perplejidad en cuanto a su estilo arquitectónico. Algunos lo encuadraban dentro del gótico romántico o del cuasi gótico veneciano, aunque su cúpula está inspirada en un palacio hindú. Los arquitectos de aquel entonces despreciaban este estilo ecléctico, llamándolo "Remordimiento italiano".
La visita finaliza en las oficinas que pertenecieran al bisabuelo de Tomás, que se encuentra decorada con elementos de la época. Un pisapapeles de bronce con la inconfundible forma de la piedra movediza de Tandil dispara un debate acerca de la fecha exacta en que dicha piedra perdió su equilibrio y se cayó. Aquí tomé la palabra y, con la elocuencia propia de quienes conocen del tema, afirmé:
-La piedra movediza de Tandil se cayó el 29 de febrero de 1912.
Un profundo silencio siguió a mi aserto, por lo que comencé a contar una antigua historia familiar que lo explica todo. Mi padre, también italiano, siempre nos contó que el vio la piedra movediza antes de caerse, que estuvo allí viendo como esa mole de piedra se mecía con el viento. Pero un día viajamos con Alba a Tandil y vimos la famosa piedra que hoy se encuentra caída, a los pies de la saliente rocosa que fuera su ubicación original. Y allí está grabada la fecha de su caída: 29 de febrero de 1912. Y mi padre, pese a haber nacido en mayo de 1912 y haber llegado a la Argentina en 1930, siguió repitiendo su historia hasta el último día. Quizá haya sido otro caso de remordimiento italiano.
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domingo, 2 de octubre de 2016
Remordimiento italiano
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Soy bioquímico y docente, por lo que mis ámbitos son el laboratorio y el aula. Me intereso en la fotografía, viajes, cocina, historia... y sigue la lista ya que coincido con Terencio en que "nada de lo humano me es ajeno".
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