miércoles, 31 de agosto de 2016

Entre malandros y compadritos

Pasar una tarde recorriendo los talleres de los artistas en el barrio de Santa Teresa, en Río de Janeiro, nos pareció una buena idea. Todos los años, durante un fin de semana de julio, se organiza el "Arte de portas abertas" donde los artistas abren sus atelieres y exponen sus trabajos. Caminamos las pocas cuadras que separan nuestro hotel en Copacabana de la estación Cantagalo del metro. Allí íbamos Alba, su hermana Chichi con su hija Viki, doña Migue (la madre de Alba y Chichi que a sus noventa y cuatro años sigue tan vital como siempre) y yo, el único varón en medio de ese gineceo. Ya en los andenes observamos que en cada formación hay un vagón pintado de rosa. Les comenté que es un vagón exclusivo para mujeres, lo cual despertó la curiosidad de Viki.
-¿Y por qué hay un vagón para mujeres, tío? -me preguntó como si yo fuera el oráculo de Delfos. No quise decepcionarla y le respondí con soltura:
-Para que no te apoyen, Viki.
En la estación Cinelándia nos bajamos y caminamos frente al parque Monroe, observando sus hermosos árboles y esculturas. Nos llamó la atención un enorme monumento a Mahatma Gandhi, donde está representado caminando con su túnica, sus sandalias y su báculo. Tras una corta caminata llegamos a la escalera de Selarón, con sus coloridas cerámicas que fueron puestas allí por el artista chileno Jorge Selarón entre 1990 y 2013, cuando fue encontrado muerto en la misma escalera a la que le dedicó tantos años de labor. Daba la impresión de que todos los pintores del barrio estaban exponiendo sus obras allí. Un artesano colombiano me mostró una llave antigua, calada con destreza, y me invitó a ver a su compañero en pleno trabajo. Él me contó que trabajaba con llaves por el significado que estas tienen: abren puertas y nos pueden llevar a develar secretos. Le presenté a doña Migue, que se había quedado conmigo mientras el resto de las damas tomaban fotos. Le dije que Migue era de la provincia de Entre Ríos, un hermoso lugar de la Argentina con gente cálida y amable.
-Y dígame señora, ¿aún quedan compadritos por allí? -preguntó el artesano.
-Sí, claro, quedan unos cuantos -le respondió Migue sin dudarlo.
-Es que a mí siempre me intrigaron los relatos de compadritos que hace Jorge Luis Borges en sus cuentos -afirmó el artesano.
-Ah... compadritos como los del cuento "El sur" -le dije recordando una de mis lecturas favoritas de mis años de adolescente.
-"El sur"... ese relato me llegó a lo más profundo del corazón -expresó el artesano llevando su mano al pecho. -Ese cuento donde un hombre se enfrenta a una muerte segura por nada...
-Vamos saliendo -dijo el otro.
Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.
Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura.
No parece casualidad que este diálogo haya transcurrido en los límites del barrio de Lapa, la Montmartre carioca, territorio de malandros, el equivalente brasileño del compadrito argentino. Nos despedimos de los artesanos cuando había comenzado a caer una pertinaz llovizna. El clima no resultaba propicio para subir los doscientos quince peldaños que nos separaban del barrio de Santa Teresa, por lo que buscamos refugio en un bar cercano. Cuando la lluvia amainó, nos fuimos caminando por esas calles que albergan a la bohemia de la ciudad, pasando frente a bares tradicionales y bodegones de mala muerte donde se bebe cerveza y se conversa alegremente. Llegamos hasta los característicos "arcos de Lapa", que es un antiguo acueducto por sobre el cual solía circular un tranvía de madera en su camino a Santa Teresa. Les muestro a mis compañeras el lugar a donde las pensaba llevar esa noche: el club de samba "Carioca da Gema", el sitio donde se pueden encontrar los artistas que mañana podrían ser famosos. Pero a ellas el barrio les parece poco acogedor, mucho menos de noche, por lo que decidimos suspender ese programa. Y no las culpo, da la impresión de que bajo los arcos del acueducto se dieron cita todos los fumadores de marihuana de la ciudad. Llegamos a la moderna catedral, que a Alba y a mí siempre nos pareció un diseño muy similar al de la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en la ciudad de México. Los hermosos vitrales del interior nos invitan a una actitud contemplativa y nuestras piernas aprovechan la ocasión para tomar un descanso. Una vez repuestas las energías físicas y espirituales, emprendemos el regreso, no si antes hacer una escala en un "buffet a kilo". Ya está cayendo la noche y a ninguno de nosotros nos parece conveniente demorarnos más. Yo no quisiera tener un duelo a cuchillo con un malandro carioca, tengo mejores planes para el futuro.

Arcos de un antiguo acueducto en el barrio de Lapa, Río de Janeiro

Los arcos del acueducto de Lapa llegando al morro de Santa teresa en Río de Janeiro

Fachada de la Catedral de Río de Janeiro en el barrio de Lapa

Vitrales en el interior de la catedral de Río de Janeiro

Antiguo bar Flor de Coimbra en el barrio de Lapa, Río de Janeiro

Un bar de mala muerte en el barrio de Lapa, río de Janeiro

Arcos del acueducto de Lapa en Río de Janeiro

Escalera de Selarón que une los barrios de Lapa y Santa Teresa en Río de Janeiro

miércoles, 24 de agosto de 2016

Un cuadro, un cuento

Llegamos al hotel Camino Real cuando la noche ya se había posado sobre Oaxaca. El lugar había sido un convento y estaba escasamente iluminado. La habitación allí costaba 250 dólares la noche, nosotros nos alojábamos en una casona colonial devenida hotel a una cuadra del zócalo pagando la quinta parte. En una pequeña puerta lateral había un grupo de hombres con trajes oscuros y aspecto de matones. Sin intimidarnos, les preguntamos si podíamos entrar para conocer el bar "Las Novicias". Uno de ellos nos indicó que siguiéramos derecho hasta el patio y que allí dobláramos a la izquierda. Reinaba una tenebrosa penumbra y parecía no haber ningún huésped, estábamos solos en la infinidad de esos pasillos. En el patio había una alberca iluminada y, al fondo, unas luces en las que se vislumbraba el bar. Pero allí tampoco había nadie, sólo una muchacha detrás del mostrador que nos miraba con una sonrisa. A ella le contamos la razón de nuestra visita: queríamos ver un cuadro que, supuestamente, estaría ubicado en una salita contigua. En él estarían retratados un sacerdote y una joven monja. Pero la muchacha, poco comunicativa, no conocía la existencia de ese cuadro. Nos íbamos a retirar en el momento en que apareció un muchacho joven, moreno y delgado, que nos aseguró que sabía dónde estaba ese retrato. Nos condujo entonces por un oscuro pasillo mientras nos contaba que su nombre era Juan, que era de Puebla y que estaba en Oaxaca haciendo una pasantía en el hotel para completar su licenciatura en hotelería. Llegamos a una amplia galería con columnas y arcos ovales, encendió una luz y, ante nuestro asombro, allí estaba la pintura. Ese cuadro inspiró al escritor italiano Ítalo Calvino para escribir el cuento "Bajo el sol jaguar".
Oaxaca se pronuncia Uajaca. El hotel al que llegamos había sido, originalmente, el convento de Santa Catalina. Lo primero que notamos fue un cuadro, en una salita que llevaba al bar. El bar se llamaba "Las Novicias". El cuadro era una gran tela oscura que representaba a una monja joven y un viejo sacerdote, de pie, uno junto al otro, las manos ligeramente separadas del cuerpo, casi rozándose. Figuras más bien rígidas para ser un cuadro del siglo dieciocho, una pintura con la gracia un poco torpe propia del arte colonial, pero que transmitía una sensación perturbadora, como un espasmo de sufrimiento contenido.
 Ví en el rostro de Alba su asombro al comprobar que este cuadro existía realmente. Habíamos leído este relato en los años noventa, cuando Ítalo Calvino estaba muy de moda. Fue el libro póstumo del escritor, quien quería dedicarle un cuento a cada uno de los sentidos. La muerte lo sorprendió con sólo tres relatos escritos. "Bajo el sol jaguar" está dedicado al sentido del gusto y siempre fue el que más me impactó. A Alba siempre le gustó más "Un rey escucha", excelente motivo para que continuemos celebrando nuestras diferencias. Juan se tenía que retirar y nos invitó a que regresemos al día siguiente para recorrer el antiguo convento y ver otros cuadros a la luz del día. Nosotros regresamos al bar para celebrar el hallazgo brindando con un par de Coronas.
Mientras comíamos los platos típicos de la cocina oaxaqueña, nos preguntábamos por qué le agregan tanto picante. Una respuesta lógica parece ser que el picante produce sensación de saciedad, y que es característico de la cocina de aquellos pueblos que, al no disponer de alimento suficiente, pasaban hambre. Pero el autor, refiriéndose a la comida preparada por las monjas en el convento, aporta otra visión:
"Tenían sus criadas", había contestado Salustiano y nos explicó cómo las hijas de familias nobles entraban en el convento con sus propias criadas, de modo que, para satisfacer los veniales caprichos del paladar, los únicos que les estaban permitidos, las monjas podían contar con una multitud diligente e infatigable de ejecutoras. Y en cuanto a ellas, no tenían más que idear y preparar y comparar y corregir recetas que expresaran sus fantasías encerradas entre aquellos muros, fantasías, además, de mujeres refinadas, y ardientes, e introvertidas y complicadas, mujeres con necesidades de absoluto, con lecturas que hablaban de éxtasis y transfiguraciones y martirios y suplicios, mujeres con exigencias contradictorias en la sangre, genealogías en las que la descendencia de los Conquistadores se mezclaba con la de las princesas indias, o de las esclavas, mujeres con recuerdos infantiles de frutas y aromas de una vegetación suculenta y densa de fermentos, aunque crecida en aquellos soleados altiplanos.
Al día siguiente nos pasaron a recoger por el hotel para ir a Monte Albán, una antigua ciudad que fue habitada por olmecas, zapotecas y mixtecas. No tiene la vastedad de Teotihuacán, pero impresiona por la belleza del valle en donde fue edificada. Nos detenemos a observar los bajorrelieves conocidos como "Los danzantes", que Calvino describe en su cuento. El impiadoso sol nos invita a buscar la fresca sombra del museo hasta el momento del regreso. Luego de almorzar carne de cerdo con mole oaxaqueño, una salsa negra que combina ajíes picantes con la dulzura del chocolate, decidimos regresar al antiguo convento para reencontrarnos con Juan. Él, con gran entusiasmo, nos mostró una placa en la entrada de una suite que recuerda que allí se hospedaron los reyes de España, Juan Carlos y Sofía. Nos mostró los patios, los largos pasillos y la antigua capilla donde hoy funciona el restaurante. Nos acompañó para que miráramos todos los cuadros de la amplia galería y no comprendió por qué insistimos con volver a ver aquel enorme retrato del viejo sacerdote y la joven monja, esa pintura que encierra los secretos de una pasión prohibida.
El cuadro que inspiró a Ítalo Calvino para escribir su cuento "Bajo el Sol Jaguar"

Iglesia de San Francisco en Oaxaca, México

Una de las esculturas llamadas los danzantes en Monte Albán, Oaxaca

Ruinas de Monte Albán en Oaxaca

Delicias culinarias de Oaxaca y su cocinera

Sector de la antigua lavandería en el hotel Camino Real de Oaxaca

Lugar de la antigua capilla en el hotel Camino Real de Oaxaca

Nosotros posando junto al cuadro que inspiró a Ítalo Calvino para escribir su cuento Bajo el Sol Jaguar

Portada del libro Bajo el Sol Jaguar de Ítalo Calvino

lunes, 15 de agosto de 2016

En Lima nunca llueve

Nuestro vuelo a Tumbes tiene una escala en Lima de ocho horas, así que dejaremos nuestro equipaje en el depósito, tomaremos un taxi y nos iremos a recorrer el centro histórico de la Ciudad de los Reyes. El día está nublado y húmedo, nuestro taxista nos dice que este es el clima habitual en Lima, donde casi nunca se asoma el sol. Cae persistentemente una fina garúa que lo moja todo, pero nunca llueve. Por eso la ciudad carece de un sistema de desagües pluviales, no se ve una sola alcantarilla en las calles.
-El día que llueva en Lima nos inundamos todos, -nos asegura el taxista.
Nos bajamos del taxi a pocos metros de la Plaza Mayor, el taxista nos recogerá en cuatro horas en la Plaza San Martín. No puedo dejar de imaginar que por estas calles caminaron los personajes de una de las mejores novelas que leí en mi vida: "Conversación en La Catedral", de Mario Vargas Llosa. Estamos contemplando la fachada de la catedral de Lima, pero no es esta la que da título a la novela, aquella otra catedral es un bar de pobres ubicado a doce cuadras de aquí. Ese fue el lugar de encuentro entre Santiago Zavala, álter ego del autor, y el zambo Ambrosio. En el arranque mismo de la novela, Zavalita lanza su famosa pregunta:
Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?
Hay una gran cantidad de personas frente al Palacio de Gobierno, está por dar comienzo el cambio de guardia. Los soldados con sus vistosos trajes realizan una suerte de coreografía al son de la música marcial que interpreta una banda militar. Todos los presentes observamos con curiosidad la ceremonia y tomamos fotos. Caminamos luego hasta la Iglesia y Convento de San Francisco para recorrer sus catacumbas. Todos quedamos atónitos ante la cantidad de huesos que hay allí. Después llegamos al Jirón de la Unión para seguir callejeando o, mejor dicho, jironeando. Por esta misma calle solía caminar el "malo" de la novela, Cayo Bermúdez:
Bermúdez salió (…) del ministerio. ¿Era la hora de salida de las oficinas? Las calles estaban llenas de gente y de ruido. Se mezcló con la muchedumbre, siguió la corriente, fue, vino, volvió por aceras estrechas y atestadas, arrastrado por una especie de remolino o hechizo, deteniéndose a veces en una esquina o umbral o farol para encender un cigarrillo. En un café del jirón Azángaro pidió un té con limón (…). En una librería refugiada en un pasillo del Jirón de la Unión, hojeó novelitas, (…). Oscurecía ya y las calles estaban desiertas cuando entró al hotel Maury y pidió una habitación. 
En la Plaza San Martín la garúa se hace más densa y decidimos entrar a un local de comida rápida que está al lado del Hotel Bolívar. Se llama Norkys y se sirven platos con pollo y carne. Optamos por un menú de pollo frito con papas fritas y nos sentamos junto a una ventana para ver el movimiento en la calle. En este lugar funcionaba El Bransa de La Colmena, donde se juntaban escritores, poetas y pintores. Aquí dialogaban Santiago Zabala y su compañero del periódico La Crónica, Carlitos:
-Pintores y escritores náufragos -dijo Carlitos- Cuando yo era un pichón, entraba aquí como las beatas a las iglesias. Desde ese rincón, espiaba, escuchaba, cuando reconocía a un escritor me crecía el corazón. Quería estar cerca de los genios, quería que me contagiaran.
-Ya sabía que también eres escritor -dijo Santiago-. Que has publicado poemas.
-Iba a ser escritor, iba a publicar poemas -dijo Carlitos-. Entré a "La Crónica" y cambié de vocación.
-¿Prefieres el periodismo a la literatura? -dijo Santiago.
-Prefiero el trago -se rió Carlitos-. El periodismo no es una vocación sino una frustración, ya te darás cuenta.
Llevamos salsas a la mesa. Alba probó una y se le transfiguró su rostro: tenía rocoto y era extremadamente picante. Vemos un hermoso edificio al otro lado de la calle: es el Club Nacional, donde Vargas Llosa trabajó como asistente de biblioteca.
Llegada la hora en que nuestro taxista vendría por nosotros, salimos a la calle para esperarlo. Lima nos resulta una ciudad viva y pujante. Ciertamente disentimos con Santiago Zavala, el Perú no nos parece tan jodido como a él.
Pizarra con el menú en un bar de Lima, Perú

Palacio Arzobispal en la Plaza Mayor de Lima, Perú

Cambio de Guardia en el Palacio Presidencial de Lima, Perú

Oficial de la Policía Nacional en Lima, Perú

Fachada de la Iglesia de San Agustín en Lima, Perú

Centro Histórico de Lima, Perú

El Jirón de la Unión es una calle peatonal que une la Plaza Mayor con la Plaza San Martín en Lima, Perú

Plaza Mayor de Lima, Perú

La fuente de la Plaza Mayor de Lima, Perú

Fachada de la Iglesia de San Francisco en Lima, Perú

Monumento a San Martín en Lima, Perú

El Jirón de la Unión es una calle peatonal que une la Plaza Mayor con la Plaza San Martín en Lima, Perú

miércoles, 10 de agosto de 2016

¡Qué chévere!

-¡Qué bueno encontrarse con una pareja tan chévere! -exclamó la joven morena mientras pitaba su cigarrillo. El muchacho que estaba con ella era cubano, cuando le dijimos que éramos argentinos nos expresó su amor incondicional hacia Lionel Messi. Coincidimos con ellos en nuestro camino al aeropuerto de Baltra, cuando salíamos de las islas Galápagos. A la joven morena la vimos cuando subíamos al colectivo que nos llevaba desde el canal de Itabaca hasta el aeropuerto. Caminaba sobre un terreno pedregoso manteniendo un equilibrio metaestable sobre sus altísimos tacones. Alba quiso fumar un cigarrillo antes de ingresar a hacer el check-in y allí comenzó nuestra charla. En estas tierras surcadas por la línea equinoccial, la palabra chévere representa el cenit de lo primoroso, el apogeo de lo agradable, el non plus ultra de lo estupendo. A la joven morena le llamó la atención que Alba fumara y yo no. Le expliqué que, cuando estamos en casa, Alba fuma en el patio y así mantenemos una convivencia armoniosa. Esto les resultó muy chévere. El joven cubano comenzó entonces a hablarnos de su tierra. Nos contó que era de Baracoa, la ciudad primada de Cuba, y nos habló con entusiasmo de las bellezas del lugar. Apasionado por su país, nos dijo que teníamos que ir allí para conocer la auténtica Cuba, como así también a Holguín para disfrutar de sus encantos naturales. Luego comenzó a alabar a Messi diciendo que ni Pelé ni Maradona se le pueden comparar, porque es el mejor futbolista de todos los tiempos. Que le resultaba muy injusto que se lo responsabilice por la derrota en la final de la última Copa América, por el sólo hecho de haber errado un penal.
-¿Por qué todos le hechan la culpa a Messi, si él no fue el único en errar un penal? ¿Por qué nadie habla de este otro... el rubiecito... cómo se llama? -decía con irrefrenable verborragia. Nosotros intercambiábamos miradas y sonrisas con la joven morena, a todos nos resultaba muy gracioso el arrebato futbolístico del muchacho cubano. Enseguida recordó el nombre:
-¡Biglia! ¡Biglia también erró un penal! ¿Y por qué nadie habla de Biglia? ¿Por qué le cargan las culpas a Messi?
Luego nos contó que disfruta mucho viendo jugar a Messi en el Barcelona, que allí está rodeado de grandes jugadores que permiten su lucimiento. Y concluyó diciendo que por más que erre un millón de penales, para él siempre será el mejor del mundo.
Una vez que los fumadores consumieron sus cigarrillos, decidimos inmortalizar el encuentro tomándonos una selfie, como corresponde a dos parejas chéveres que se precien de tales. Pero resulta que las parejas chéveres tienen un teléfono cada uno, es decir que nos tomamos cuatro selfies. Nos despedimos con la efusión propia de las tierras cálidas y entramos para hacer nuestros correspondientes check-in. Mientras nos poníamos en las filas, yo rogaba para que Alba no hubiera guardado en el equipaje ningún caracol o coral para llevar de recuerdo, porque eso infringiría las severas normas de la isla y podríamos dar con nuestros huesos en la cárcel. Y eso no sería chévere.
Selfie con nosotros y la pareja formada por el joven cubano y la muchacha morena


martes, 9 de agosto de 2016

Tumbados en Tumbes

Llegamos a Tumbes ayer por la tarde desde Guayaquil. Hoy a las trece horas saldrá nuestro vuelo que nos devolverá a casa. Todos los negocios están cerrados, estamos en las fiestas patrias. Ayer fue el aniversario de la independencia del Perú y asumió el nuevo presidente, Pedro Pablo Kuczynski, de 77 años. Sin mucho por hacer más que esperar la hora de ir al aeropuerto, nos disponemos a mirar las noticias tumbados en la cama. Hoy habrá un gran desfile militar en Lima. Vemos la llegada al palco del ministro de defensa, acompañado por un grupo de militares. Uno de ellos es la viva imagen del mariscal Pétain, con su gorro redondo rodeado de laureles. El locutor dice que su uniforme muestra la influencia francesa en la formación del ejército peruano. Luego hace su ingreso el flamante presidente PPK, seguido por un grupo de soldados que marchan marcando un llamativo paso de ganso. Esto trae a mi memoria las imágenes de documentales con desfiles militares en la Italia de Mussolini. Mi padre nos contaba que una vez lo llevaron junto con todos los niños de su pueblo a Trento para ver al Duce. Él sólo recordaba que estuvo de pié muchas horas y que no paraba de llorar porque sus zapatos nuevos le apretaban los pies. Abren el desfile las fuerzas armadas de Argentina, el histórico aliado. El paso de marcha es muy diferente al de los peruanos, apoyan primero el taco y luego la suela, y levantan suavemente el brazo derecho con la palma hacia abajo. El locutor marca la diferencia y comenta que parece un ballet. Detrás marchan las tropas bolivianas con trajes históricos. Sus cascos terminados en punta y los largos penachos que le cuelgan evidencian una clara influencia prusiana. Después comienzan a marchar las tropas peruanas. No somos dados a los desfiles militares, por lo que creemos conveniente comenzar a ordenar nuestras maletas y mochilas.
Tumbes está muy cerca de la frontera con Ecuador. Esta región estuvo envuelta en guerras cortas y enfrentamientos por conflictos limítrofes, la última fue en 1995. La guerra es muy consecuente para elegir a sus víctimas: siempre jóvenes, siempre pobres. Con la llegada del acuerdo de paz creció el comercio y el turismo, se hicieron nuevos caminos y florecieron los cultivos y las industrias. Esto trajo consigo el progreso de los pueblos y, me gusta imaginar, la ruina de los mercaderes de armas. Resulta incomprensible un conflicto armado entre dos países que comparten el amor por la música, el baile, los colores y, por sobre todas las cosas, los sabores. A ambos lados de la frontera el ceviche es el rey de los platos costeros, pero en Ecuador no se le agrega rocoto y se lo sirve con arroz y patacones. Los restaurantes chinos florecen aquí y allá con el nombre de chifas. En todos se prepara una variedad de chaw fan que en Perú se llama arroz chaufa, y en Ecuador chaulafán. La cocina china adquirió un carácter particular en ambos países, un chino no reconocería como propio un plato elaborado en un chifa.
Caminé hasta la plaza de Tumbes para tomar las últimas imágenes del Perú. Una banda de música tocaba en las escalinatas de la iglesia, los artesanos retocaban sus obras, los vendedores de helados recorrían las calles en sus triciclos y los soldados de la guardia del regimiento combatían denodadamente contra el aburrimiento. Cuando les pedí permiso para tomarles una foto, abandonaron su charla y posaron en actitud marcial. Un niño se paró de repente frente a mi cámara con su inmensa sonrisa diciendo "whisky". Su feliz semblante representó para mí la victoria de la paz por sobre la guerra. Me dio otro motivo para creer que el amor siempre prevalece.
Antigua esquina con una construcción de madera en Tumbes, Perú

Sonrisa de un niño en la Plaza de Armas de Tumbes, Perú

Escarapela peruana en la Plaza de Armas de Tumbes, Perú

Artesano retocando sus trabajos en la Plaza de Armas de Tumbes, Perú

Banda de Música frente a la iglesia de Tumbes, Perú

Heladero en la Plaza de Armas de Tumbes, Perú

Partitura de la banda musical en Tumbes, Perú

Soldados de guardia en el regimiento de Tumbes, Perú

sábado, 6 de agosto de 2016

Solo un juego

-¿Italianos? -pregunta el taxista que nos fue a recoger al aeropuerto de Quito.
-Argentinos, y es nuestra primera vez en Ecuador -respondo mientras estrecho su mano.
Su nombre es Nelson y nos cuenta que estuvo hace poco en Buenos Aires, que comió buena carne y bebió muy buen vino. Y que le resultó barato. A poco de salir del aeropuerto nos señala un pico nevado que está iluminado por los últimos rayos del sol, es el volcán Cotopaxi. Nos dice que es difícil verlo en invierno, que hemos sido muy afortunados. Mientras ingresamos al centro histórico de la ciudad, nos comenta que esa zona es segura, que hay mucha policía. Pero que no nos aventuremos caminando al "panecillo", el cerro coronado por la estatua de una virgen, porque la pasaremos mal. Nos muestra desde un puente la calle "la ronda", sembrada de farolas y colmada de restaurantes y puestos de artesanías. Nos dice que es segura, pero que tengamos precaución en las calles de entrada y salida. Y repite la remanida frase: mucha inseguridad, mucho sicariato. Nelson nos cuenta que en "la ronda" pondrán mañana enormes pantallas para ver el gran acontecimiento deportivo que mantiene en vilo a todo Ecuador: el partido final de la Copa Libertadores de América. Se entusiasma al decirnos que todo el país está orgulloso de un pequeño equipo del interior, Independiente del Valle, que mañana se enfrentará al Atlético Nacional de Medellín en la ansiada final. Nos habla de la rivalidad entre los equipos de la costa y de la sierra, y que éste es un equipo geográficamente neutral, por lo que logró unir a todo el país en su apoyo. Nos dice que los dirigentes del club han decidido donar la taquilla de todos los partidos disputados en esta copa para ayudar a los damnificados por el reciente terremoto. Que el gobierno no interviene, que va todo a un fideicomiso para ser entregado directamente a quienes quedaron desamparados. Que allí reside la energía espiritual que muestran los jugadores en cada partido, lo que los hace imbatibles. Confiado en la victoria, nos asegura que mañana habrá fiesta en "la ronda".
Nuestro hotel está a tres cuadras de la plaza mayor, donde se encuentran la catedral y la casa de gobierno. Aquí anochece muy temprano, la noche nos sorprende recorriendo con asombro las iglesias y edificios del barrio antiguo. Cenamos en un fast food y regresamos al hotel cuando ya no queda casi nadie en las calles.
A la mañana siguiente nos vamos a la "Ciudad Mitad del Mundo" en el metrobús. Se impone tomarnos la rigurosa foto turística pisando la línea del ecuador frente al monumento que recuerda la misión geodésica franco-española del siglo XVIII que ubicó el sitio por el cual pasa la línea equinoccial. Pero resulta que esa línea es falsa, que con la tecnología GPS se demostró que el ecuador pasa doscientos metros más allá, pero a nadie le importa ese detalle nimio. Entramos a una tienda de recuerdos y allí veo la portada del diario local: dice que esta noche se adelantará el carnaval por la segura victoria de Independiente del Valle. Cuando levanto la vista, Alba tenía puesto un abrigo artesanal que le quedaba hermoso. Buscó en mis ojos una mirada de asentimiento y lo compramos. Viajábamos con una sola maleta y tenía sobrepeso, habrá que comprar otra. El dueño de la tienda nos recomienda que regresemos a Quito, porque a las dos de la tarde comenzará a soplar un viento muy frío. Le hacemos caso y dedicamos la tarde en recorrer las iglesias de Santo Domingo y la de San Francisco, dos hitos imperdibles de la Quito histórica. Los 2600 metros de altura nos pasan factura y regresamos al hotel para descansar. Encendemos el televisor y vemos que está por dar comienzo el tan ansiado partido. La final se disputa en Colombia, la tierra del equipo rival. El estadio de Medellín luce repleto de simpatizantes del club local. Cuando salen los jugadores a la cancha, las tribunas estallan en cánticos y todo se ilumina con bengalas verdes. Promediando el primer tiempo, llega un gol del equipo colombiano, que sería el único del partido. Los ecuatorianos no logran revertir el resultado y Deportivo Nacional de Medellín se consagra Campeón de América. Quito queda sumida en un silencio de muerte, hoy no habrá carnaval adelantado. En Ecuador se deberá decir la frase de rigor que se estila cuando toca perder: esto es solo un juego.
Catedral de Quito, Ecuador

Vista nocturna del centro Histórico de Quito, Ecuador

Bandera ecuatoriana en la Cuidad Mitad del Mundo, Ecuador

Posando sobre la línea del ecuador en la Ciudad Mitad del Mundo, Ecuador

Posando con Alba a ambos lados de la línea del ecuador en la Ciudad Mitad del Mundo, Ecuador

Fachada de la Iglesia de Santo Domingo en Quito, Ecuador

Fachada de la Iglesia de San Francisco en Quito, Ecuador

Calle La ronda en Quito, Ecuador

vendedora callejera en el Centro Histórico de Quito, Ecuador

Imagen de El Panecillo en Quito, Ecuador

Sobre hijas y tortugas

Nos habían recomendado que eligiéramos un hotel sencillo en Puerto Ayora, la principal ciudad de las islas Galápagos, porque sólo lo usaríamos para bañarnos y dormir. Ésto resultó ser enteramente cierto, ya que en las excursiones hay que caminar mucho y navegar muchas horas. Uno regresa al hotel exhausto y feliz. En nuestro penúltimo día de estadía decidimos hacer un tour por la parte alta de la isla de Santa Cruz, el territorio de las tortugas gigantes. Hasta allí se llega en taxi, que en las islas son camionetas Toyota blancas. El conserje nocturno del hotel nos dijo que había una pareja interesada en hacer el paseo, que si lo hacíamos juntos íbamos a compartir los gastos. Nos pareció una brillante idea, pagaríamos veinte dólares por pareja.
Mientras usamos nuestros teléfonos en la sala de estar, único lugar del hotel con wi fi, me saluda un hombre en inglés. Es Paul, nuestro compañero de excursión. Debe rondar los cincuenta, tiene una amable sonrisa y algunos kilos de más. Combinamos en encontrarnos en el desayuno a las siete treinta para iniciar nuestro viaje a las ocho.
A la mañana siguiente, mientras degustábamos nuestro desayuno, nos saluda Paul y se sienta en una mesa vecina. Alba me miró y lanzó su primera sentencia:
-Miralo a Paul, tiene una mujer muy joven.
La muchacha en cuestión tiene unos veinte años y habla con Paul a viva voz. Le sugiero a Alba que podría ser su hija, pero no logro convencerla.
Una vez en el taxi-camioneta, Paul nos presenta a su hija Melissa de veintitrés años, la mayor de tres hijas.  Entablamos una charla cordial, Melissa nos cuenta que estudió español dos meses antes del viaje y se anima a pronunciar algunas frases en la lengua de Cervantes con bastante soltura. Ellos viven en Los Ángeles, prefieren a los Dodgers más que a los Angels y están preocupados por el ascenso de Donald Trump. El taxista nos informa que primero visitaremos los túneles de lava, luego iremos a un rancho a ver las tortugas en estado libre y finalmente veremos los cráteres gemelos. Oficio de traductor de nuestros acompañantes. Mi vocabulario en inglés es reducido, pero ciertamente más amplio que el de aquel guía africano que cita Ryszard Kapuscinski en su libro "Viajes con Heródoto", que sólo se comunicaba usando las palabras "problem" y "no problem".
Cuando ingresamos caminando a los túneles de lava, Paul y Melissa se retrasan tomando fotos y entonces Alba me confía su parecer:
-Se nota que Melissa no es la hija. Es evidente que no.
Imposible discutir contra la intuición femenina, herramienta de la que no dispongo. Una vez que encontramos la luz al final del túnel, nos subimos a la camioneta y continuamos hacia la zona de las tortugas. Por las ventanillas las vemos a ambos lados del camino, son realmente enormes. Una vez llegados al "Rancho Primicias", el taxista nos indica que podemos caminar por el predio y fotografiar a las tortugas, sin flash y a dos metros de distancia. Las vemos de a cientos, nos sentimos en una especie de Parque Jurásico, sólo falta que aparezca algún velociraptor.
Para finalizar la visita, el taxi nos lleva a los cráteres gemelos, enormes depresiones del terreno originadas por la actividad volcánica del lugar. Ya de regreso, Paul me pregunta si habíamos conocido algún buen restaurante, les recomendamos el Argenmayer, en la avenida Darwin. Allí habíamos disfrutado de una buena carta y de las entretenidas charlas con Ian, el dueño del lugar que llegó de Alemania hace veinticinco años y allí se quedó. Con Alba nos bajamos en el hotel, Paul y Melissa siguieron hasta el restaurante. Ellos tenían su vuelo de regreso por la tarde.
Nos sentamos en un sillón de la sala de estar para comunicarnos con nuestros familiares y tomar unos mates. Al cabo de un tiempo regresan Paul y Melissa a recoger sus equipajes y salir rumbo al aeropuerto. Melissa carga en su espalda una enorme mochila que le da un aspecto de tortuga humana. Nos agradecen la recomendación del restaurante y nos despedimos afectuosamente. Vueltos al sillón, Alba me mira con una sonrisa y me dice:
-Que raro, no está la madre y vino sólo con la hija mayor... Melissa no es la hija.
Mañana a estas horas tomaremos nuestro vuelo a Quito. Yo también cargaré con mi mochila y quizá devenga tortuga humana. Como Melissa.
Túneles de lava en el rancho Primicias en las islas Galápagos, Ecuador

Túneles de lava en las Islas Galápagos, Ecuador

Cartel con el plano de los túneles de lava, Galápagos, Ecuador

Tortuga gigante en Galápagos, Ecuador

Tortuga gigante en Galápagos, Ecuador

Tortuga gigante en Galápagos, Ecuador

Tortugas gigantes dándose un baño de lodo en Galápagos, Ecuador

Cartel que explica la formación de Los Gemelos en Galápagos, Ecuador

Vista de uno de los cráteres gemelos en Galápagos, Ecuador

Vista de uno de los cráteres gemelos en Galápagos, Ecuador